Búsqueda

Secciones

Enlaces

Fundamentos

Reinado del Sagrado Corazón de Jesús y de Santa María de Guadalupe

A partir de las Apariciones de la Madre del Verdadero Dios por Quien se Vive se forjó una Patria, ella es la que nos llevó a Cristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan… México es el pueblo de su herencia y de las predilecciones, para Ellos se alza un Homenaje a su Realeza, un trono a sus bondades: en el monumento del Cubilete, centro geográfico de nuestra nación, donde fue proclamado Cristo Rey Soberano de la Nación y la Insigne Basílica Nacional de Guadalupe, en ambos lugares palpita la unidad de nuestra Patria y de nuestra raza.
En octubre de 2005 en que celebramos el 110° aniversario de la Coronación de la Prodigiosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, como Reina de México y Patrona de América Latina y de las Islas Filipinas, esta bendita Imagen es la única en el mundo que haya sido Coronada como Reina de una Nación y lo fue por disposición del gran Pontífice León XIII. Reina de América y Unidad de los Mexicanos. Ella, Dulce Reina que forjas el alma mística de este pueblo que te pertenece por todos los títulos.

He aquí una evidencia histórica: EN EL ACTO DE PROCLAMACIÓN DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS COMO REY DE MÉXICO Y JURAMENTO DE VASALLAJE Y FIDELIDAD que dice así: gozosos te proclamamos a la faz del mundo Rey inmortal de la Nación Mexicana, al acatar tu soberanía sobre todos los pueblos.
Queremos coronar tu frente ¡oh Cristo Rey! con una diadema de corazones mexicanos y poner en tu mano el cetro de un poder absoluto para que rijas y gobiernes a tu pueblo amado. Eres Rey como afirmaste en tu Pasión, porque eres el Hijo de Dios. Por tanto, ¡oh Monarca amabilísimo! este pueblo tuyo que tiene hambre y sed de justicia, que se ampara en tu celestial realeza, te promete entronizar tu Corazón en todos los hogares pobres y ricos y rendirte el homenaje que mereces, reconociendo tus derechos santísimos sobre todo el orbe. Así como a tu Madre Santísima.
He aquí la promesa por cumplir, que contribuirá en la tarea Evangelizadora de nuestra patria, en la Evangelización de América.
Juan Diego es México, cubierto con el ayate de sus miserias, que viene a deciros que os ama y proclamarte nuevamente como su Rey, vuelve Señor a realizar el milagro de tu amor, el de estamparte, Tú Señor Nuestro con la Reina del Cielo, en el alma nacional, en cada una de sus familias.
México tan débil, frágil, pequeño y delicado, pero que quiere ser dócil a tu Imperio, entregándote su pequeñez y sabemos que en este abandono: Tú eres el que harás maravillas… y por esta raza hablará tu Espíritu Santo y la sangre de tantos mártires que se derramó por tu reinado pleno y universal. ¡Tú reinarás! Este es el grito que exhala nuestra fe. ¡¡Viva Cristo Rey!! ¡¡Viva la Virgen de Guadalupe!!
Concédenos cumplir con el compromiso que hicimos con el dulce Cristo de la Tierra, Su Santidad Juan Pablo II, que cumplamos con la tarea de la Evangelización en América, empezando por nuestra Nación amada. Envía tu Santo Espíritu que con un soplo de pureza renueve la faz de nuestra patria, de nuestra América, de toda la tierra. Que todas las naciones te proclamen como su ¡REY! ¡¡Perdónanos y sé nuestro Rey!
-¡Con qué cuidadoso y devoto afán prepara la Guardia de Honor desde hace muchos años este reinado…! «QUEREMOS, ¡OH! DIVINO REY, QUE SÉAIS DUEÑO DE TODO. RECONOCEMOS Y PUBLICAMOS VUESTRO SOBERANO IMPERIO, Y EL DERECHO ABSOLUTO QUE TENÉIS DE REINAR.

FUNDAMENTO TEOLÓGICO: CRISTO REY UNIVERSAL

El iluminado argumento del Evangelio de Jesús gira sobre el gozne del Reino de Dios.
• Los protagonistas del Evangelio son el Rey Jesús y sus vasallos.
• El escenario del Evangelio es el destierro de este valle de lágrimas y el definitivo Reino de Dios.
• Los preceptos del Evangelio son los medios para conseguir el Reino, a cuya glosa y exposición convergen los discursos del Salvador.
HASTA LA FINALIDAD PRIMARIA DE SU ENCARNACIÓN SE PUNTUALIZA EN LA GLORIA DE LA TRINIDAD AUGUSTA, MEDIANTE LA CONDUCCIÓN DEL HOMBRE AL REINO. Todas las varias realidades de la existencia de Jesús, todos sus desvelos, la integridad toda de sus sacrificios tienden al establecimiento del Reino de Dios.
• Las calidades internas del Reino de Jesús han sido deliciosamente cantadas por la liturgia: es un «Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz».
• Y, al puntualizar la jerarquía de los valores humanos, establece el primado de las intenciones en el hombre, casi en exclusiva: «Buscad, ante todo, el Reino de Dios. Todo lo demás que necesitéis se os dará por añadidura» (Lc 12,31).
Es desconcertante el Reino de Jesús: No es de este mundo, pero se conquista en este mundo para disfrutarlo en el futuro.
«Tú has dicho que soy rey. Para esto he venido para dar testimonio de la verdad».
Es Rey legítimo por Triple derecho: de Creación, de Herencia y de Conquista.
Se proclama Rey auténtico, con pretensiones de ejercer su realeza, con ilusiones de abarcar al mundo entero bajo su cetro.
Todo el éxito humano consistirá en la elección personal para el Reino de Dios.
La primera etapa del Reino se desarrolla en los reinos de la materia. Así cupo al Creador, una vez que la criatura mezquina desbarató sus planes de pacífica convivencia iniciados en el paraíso terrenal. Todo mortal, aspirante a la gloriosa inmortalidad del Reino, ha de demostrar su pericia de soldado de Cristo en el perspicaz uso de las armas espirituales de la santificación, en el sutil conocimiento de los ardides de las huestes enemigas patrocinadas por Luzbel, en el aliento experimental para la lucha. Sin este noviciado, en pleno desarrollo a la hora de la muerte ninguno puede ser admitido al ejército celestial. Jesús en persona realizará la inapelable segregación para su Reino: «¡Venid, benditos de mi Padre!…» «¡Id, malditos, al fuego eterno!…..»

Benditos son los que conquistaron el título de hijos del Reino eterno de Jesús en su amaestramiento del mundo. Malditos quienes desdeñaron la aplicación a la divina asignatura del Evangelio y no la constituyeron en norma práctica de actuación humana.

Rey auténtico, entregado a su pueblo, con desprendimiento personal. Rey que defiende a sus súbditos mediante el personal sacrificio de la vida. Rey que exige a sus seguidores la siembra del amor en los surcos de los corazones humanos, sin distinción de ideologías. Rey que no persigue a enemigo alguno de buena voluntad, sino que trata de conquistarle, de beneficiarle, de obsequiarle.
¡Yo soy rey! Y de este modo proclamó Él mismo su reinado, escogiendo para hacerlo el momento en que triunfaba su amor, en que la Obra redentora de su Pasión, obra toda de su Corazón, iba a coronarse con la herida misteriosa de la lanza que había de traspasar este mismo Corazón adorable. Por consiguiente, Jesús es Rey, con un reinado todo del Corazón.
En la singular y maravillosa unión entre Dios y el hombre que forma la persona de Jesús recae la dignidad regia. «Solamente en cuanto hombre se puede decir que Jesús ha recibido del Padre la potestad y el honor del Reino, porque como Verbo de Dios, siendo de la misma sustancia del Padre, forzosamente debe tener de común con Él lo que es propio de la Divinidad, y, por consiguiente, tiene sobre todas las cosas creadas sumo y absolutismo imperio». (Pío XI).
Adquirió con suma legitimidad su imperio. Su persona representa los derechos de Creación, conservación y destinación de los hombres, derechos supremos e inalienables.
A tan innegables derechos añade Jesús el título de conquista, mediante la redención, liberando con su propia sangre a todos los hombres, perdidos por el pecado original. Títulos que le regalan tan excelsa dignidad regia sobre todos los ángeles y sobre todos los hombres.

SS. Juan Pablo II reflexiona: El hombre de hoy, sobre todo en nuestra sociedad democrática -¡democrática de hecho o sólo de nombre!- se ha alejado mucho de ciertas categorías como: «el rey», «el reino», o bien «reinar». En cambio, el problema del poder como tal mantiene plena ac-tualidad: más aún, compromete continuamente al hombre y excita su mente y sus emociones.
Vale la pena reflexionar sobre el hecho de que la doctrina «de munere regali Christi» haya en-contrado su más completa exposición en el capí¬tulo «De laicis» de la Lumen gentium (n.30-38). Leamos un pasaje: «Cristo, habiéndose hecho obediente hasta la muerte y habiendo sido por ello exaltado por el Padre (cf. Flp 2,8-9), entró en la gloria de su Reino. A Él están sometidas todas las cosas, hasta que Él se someta a Sí mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en todas las cosas (cf. 1 Cor 15,27-28). Este poder lo comunicó a sus discípulos, para que también ellos queden constituidos en soberana libertad, y por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado (cf. Rom 6,12). Más aún, para que, sirviendo a Cristo también en los demás, conduzcan en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar» (n.36).
Esta exposición toca el núcleo del problema: tal es el sentido que Cristo atribuyó a su «Reino». «Munus regale» no es, ante todo, el derecho al dominio sobre los demás, sino que es una manifestación del «carácter real» del hombre. Este carácter regio se halla impreso en la estructura misma de la personalidad humana. Dirigiéndose a los seglares, la Lumen gentium continúa diciendo: «Deben, por tanto, los fieles conocer la íntima naturaleza de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la gloria de Dios…

Jesucristo, Rey del Universo.
«Rey de reyes y Señor de señores». (Ap 19, 16)

«Yo soy Rey. Para esto nací, para esto vine al mundo,
para ser testigo de la Verdad». (Jn 18, 36-37)

Rey inmortal de los siglos. Tu, Rex gloriae Christe

Y «está sentado a la diestra de Dios Padre» en calidad de Triunfador, de supremo y universal Juez, de Rey absoluto. Si su reinado comenzó con el nacimiento de la Iglesia, su perfecta realeza la ejerce en la diestra del Padre, y será ultimada cuando regresen al seno de Dios todas las criaturas que han salido y seguirán saliendo de sus manos.
La realeza de Jesús impone una inmediata obligación a sus seguidores: «Este Reino es opuesto únicamente al reino de Satanás y a la potestad de las tinieblas, y exige de sus súbditos no solamente un ánimo despegado de las riquezas y de las cosas terrenas, la dulzura de las costumbres y el hambre de la justicia, sino también que se nieguen a sí mismo y tomen su cruz» (Pío XI).

JESÚS ES REY INDUDABLE. SEAMOS SUS INDUDABLES VASALLOS
¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo! Entonces verdaderamente -diremos con las mismas palabras de nuestro predecesor León XIII dirigió hace veinticinco años a todos los obispos del orbe católico-, entonces se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre (33).

Fundamento Teológico: MARÍA REYNA

Es dogma de fe que María fue elevada en cuerpo y alma a los cielos; mas, todos admitimos que ese privilegio le fue otorgado para que reinara, junto con su Hijo divino, en medio de los coros de los ángeles y bienaventurados. Reina del cielo y de la tierra. ¿Cuál es el fundamento sobre que se basa esta su dignidad real? No es otro que su Maternidad divina y que por voluntad de Dios ella tuviese parte muy principal en nuestra salvación, fue Corredentora con Cristo. «De esta asociación con Cristo se deriva la función real por la cual ella puede dispensar los tesoros del reino del divino Redentor».

Todo lo anterior, se expone en la preparación, pero también se puede dar en el Manual de Entronización, para que posteriormente lo puedan recordar, al igual que se pondrán por ejemplo las siguientes sugerencias sencillas, prácticas y que les ayudan familiarmente. Perfilar algunos puntos como los siguientes:

Con la entronización ¿qué es lo que se pretende?
Con la Entronización lo que se pretende es que se viva profundamente de Jesucristo y que todos los del Hogar se alimente de su Amor divino. No es una devocioncilla sino es santificar profundamente el Hogar. Proponiéndose vivir una vida sacramental y alimentarse de la oración, pues es el primer trono, trono vivo y social del Rey divino.
Recordemos que la familia es el manantial de vida y primera escuela del niño
El templo por excelencia, y el Sagrario, tres veces santo, es el hogar.
Al entrar auténticamente Jesús, el Hijo del Dios vivo y de María entra la salvación, paz, la concordia y la salud a casa.
Todo pueblo se revela y aquilata según el valor moral de la familia, pues un pueblo fue siempre, en santidad o en corrupción, lo que el hogar. Ahora lo que se pretende es descristinizar el hogar, con la Entronización contrarrestamo seriamente esto.

Estímulo para trabajar por la Entronización de estos dos amores de nuestras almas:
• Dios lo quiere
• Los Santos Papas lo pide
• Juan Pablo II lo pidió
• El alma nacional lo reclama
• La sangre de nuestros mártires lo imploran.
• Una promesa de nuestra patria está por cumplirse
• Construir la Civilización del Amor y no la de la muerte.
• Es colaborar con la Evangelización

a) Sí, perfección en el amor, orar antes las imágenes entronizadas pidiendo acrecentamiento en el amor, primero al Corazón de Jesús y a Santa María de Guadalupe y de aquí vendrá la unión de todos los miembros de familia.
b) La práctica de las virtudes del Corazón de Jesús que nos pide especialmente son: «Aprended de Mí que soy manso y humilde de Corazón».
c) Retomar todas las prácticas sencillas: Signarse y santiguarse al levantarse y al acostarse.
d) Los papás bendigan a sus hijos cuando salgan de casa.
e) También pedir a la bendición a Jesús y María en sus santas imágenes.
f) Agradecer igualmente que nos permite volver a casa con bien.
g) Recobrar las sanas y santas costumbres de nuestros abuelos.
h) Bendecir los alimentos de las tres veces al día.
i) Si destornudan decirle «Jesús te ayude y te acompañe».
j) Al hacer las cosas contemos con Él, por ejemplo decir «primero Dios hago tal…» «si Dios me da licencia haremos esto…»
k) Al pasar ante alguna iglesia hay que santiguarse porque Jesús está allí.

Llamada a la familia a una vida de perfección cristiana

Conocer a este divino Rey y amarlo más por medio de:
a) La lectura do, as Sagradas Escrituras.- el mal de nuestra sociedad es haber perdido el sentido de lo sobrenatural y divino. Remedio: los caminos del Evangelio.
b) Una ayuda es también el catecismo de la Iglesia
c) El Santo Rosario en familia

PETICIONES
Pedir que nuestras familias sean semilleros de santas y abundantes vocaciones.