Historia
El fundador de la Obra de la Entronización fue el sacerdote peruano P. Mateo Crawley-Boevey (1875-1961) de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Parte de su juventud vivió en Valparaíso, Chile, y estableció muchos lazos con ese país. Al visitar Paray-le-Monial en 1907, el P. Mateo idealizó allí, en la atmósfera de gracias del Sagrado Corazón, un movimiento de regeneración de las familias y de la sociedad. A través de una cruzada moral, se propuso hacer reinar a Nuestro Señor en las familias para así hacer viable su Realeza Social.
El P. Matías deseaba que “la devoción integral de Paray constituyese el alma del hogar… La idea principal, el alma divina de la obra, es la revelación de Paray, realizada práctica y socialmente, revelación que ilumina, con toda su luz y misericordia, al hogar, célula social” (De Becker, “Léxico de la Teología del Sagrado Corazón, v. Entronización”, p. 136, v. Matías Crawley-Boevey, p. 233).
El P. Matías sometió su plan al Cardenal Vives y Tutó –también propagador de la devoción al Sagrado Corazón y fiel colaborador de San Pío X– que lo estimuló diciéndole: “Esta es una obra magnífica; a ella debéis consagrar vuestra vida”.
Igualmente la sometió al Pontífice reinante, San Pío X, el cual la aprobó con las siguiente palabras: “No solamente os lo permito, sino que os ordeno de dedicar vuestra vida a esta obra de salvación social” (Congregación de los Sagrados Corazones (Picpus), “La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares por la Consagración Solemne de las Familias a este Divino Corazón”, publicación oficial, R. de Janeiro, 1941, p. 66).
El P. Mateo comenzó su obra en Valparaíso, Chile, con el apoyo de su Superior General, y de allí se extendió a todo el mundo.
Contrarrestar al enemigo
El Papa Benedicto XV (1914-1922), en carta dirigida al P. Mateo en abril de 1915 afirma que nada en nuestra época es más oportuno que esa consagración de las familias. Dicha consagración se orienta a contrarrestar un plan llevado a cabo por un enemigo en el sentido de pervertir el interior de los hogares. Ese enemigo, dice el Papa, tiene en vista sobre todo la sociedad doméstica, pues ésta es el germen de la sociedad. Si consiguieran corromperla, corromperán toda la sociedad.
Benedicto XV también advierte: “Los golpes del enemigo tienen principalmente en vista la sociedad doméstica. Al contener ésta, como en germen, los principios de la sociedad civil, ellos saben muy bien que la transformación, o mejor dicho, la corrupción que esperan de la sociedad común, es consecuencia necesaria de la de la familia, desde que hayan viciado los fundamentos de esta última”.
Una consagración creadora de buenos
hábitos y destruidora de vicios
El Papa no quería una consagración superficial; la deseaba seria, creadora de buenos hábitos y destruidora de los vicios.
“Importa sobremanera conocer a Cristo; conocer su doctrina, la vida, la pasión, la gloria; seguirlo no es dejarse guiar por un sentimiento superficial de religiosidad, que conmueve fácilmente los corazones tiernos y delicados y arranca lágrimas fáciles pero deja los vicios intactos” (C. SS. Corazones, la Entronización del Sagrado Corazón de Jesús, op. cit. pp. 17-18).
Lo mismo señalaba el Cardenal Van Rossum, en carta del 16 de enero de 1919, enviada en nombre de Benedicto XV al P. Joaquín Kapteinm SS.CC, director de la Obra de la Entronización en Holanda: “Lo que realmente queremos es que no se haga una consagración pasajera de la familia al Sagrado Corazón, una pequeña fiesta familiar que mañana tal vez sea olvidada; sino que, en realidad, Jesús sea colocado en un trono en la familia”.
También es fundamental lo que afirmaba la revista Acta Pontificia del 25 de mayo de 1915. La reparación que la Obra de la Entronización quiere hacer no es tan sólo individual sino que tiene un componente social: “Este apostolado se aplica de hecho a reparar dos pecados característicos de nuestra época: la laicización y la disolución de la familia, como también el atentado social contra la majestad divina de Jesucristo sobre la sociedad humana” (op. cit. p. 30).
Esta orientación se refleja con fidelidad en la publicación oficial de la Entronización que la compara a una cruzada de reconquista y restauración, cuyo objetivo es el Reinado Social del Corazón de Jesús.
“Una obra que, por su organización y su proyección social, constituyera una verdadera cruzada, cuyo fin sería centralizar y acentuar el movimiento mundial para el Reinado del Sagrado Corazón de Jesús” (op. cit. p. 55).
El mismo espíritu marca el Diploma oficial de la Entronización, el denominado Documento Familiar, firmado por el sacerdote, por los padres y por los hijos:
“Por este acto, expresión solemne de sincero amor y reparación, nosotros, los abajo firmantes, queremos afirmar el reconocimiento oficial de la REALEZA de Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Maestro; prometer la observancia incondicional de los Mandamientos de Dios y de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana; defender los Derechos Absolutos de Dios contra las violaciones sacrílegas practicadas por los individuos, por las familias, por las naciones; someternos completamente a la autoridad infalible del Sumo Pontífice” (op. cit. pp. 112).
Algunas prácticas de piedad
Para mantener encendida la llama de los buenos propósitos que acompañan a la consagración, la publicación oficial de la Obra de Entronización recomienda algunas prácticas piadosas:
1. La oración en común ante la imagen del Sagrado Corazón, al menos a la noche, y la renovación de la consagración con la fórmula abreviada.
2. Bendición a los niños por parte de los padres, como jefes del hogar, ante la imagen del Sagrado Corazón y en nombre del Sagrado Corazón.
3. Comunión frecuente con intención reparadora.
4. La Hora Santa los días viernes o por lo menos en la víspera de los primeros viernes de mes.
Tales prácticas, como puede observarse, son muy aconsejables. Sin embargo, según las circunstancias concretas, cada familia puede elegir otras. El objetivo es el de mantener, por medio de actos piadosos internos y externos, siempre viva la llama de la consagración y el espíritu reparador propio de la devoción al Sagrado Corazón. Uno de los actos más meritorios es el rezo del Rosario en familia.
También es necesario aclarar que la Obra de la Entronización no se limita a las familias. Desea llegar a otras sociedades, como la escuela, la fábrica, el hospital y la oficina.
Como es la ceremonia
La ceremonia de la Entronización es muy simple. En un día determinado, delante de los miembros de la familia reunidos, el párroco u otro sacerdote bendice la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y la coloca normalmente en la sala más digna de la casa. Después de dirigir a los presentes unas palabras que recuerden el espíritu y los deberes de esta práctica de piedad, el sacerdote recita con toda la familia una fórmula de reparación y consagración.
Si el sacerdote no pudiera comparecer, la imagen, previamente bendecida, podrá ser colocada y la fórmula recitada por un laico, de preferencia el jefe de familia, el patrón o el director de la organización.